¿Dónde está el límite?
Cuando nos lesionamos no solamente se produce una patología
disfuncional en el plano físico, sino que también se produce como consecuencia
o como factor previo a la lesión un estado mental disfuncional o que se ve
mermado ante esta situación aparentemente fuera de control en nuestros planes.
En multitud de ocasiones no escuchamos a nuestro cuerpo las
señales de que algo no va bien, o que estamos sobrentrenándonos.
La cultura de “puedes
con todo” y la autoexigencia nos llevan a caer en lesiones físicas que nos
merman psicológicamente al ver reducida o eliminada temporalmente nuestra
práctica deportiva. Esto sucede tanto a nivel de alta competición como en la
práctica habitual del deporte como salud.
Parece algo contradictorio, hacemos deporte para y porque nos
sentimos saludables (y las consecuencias que esto implica de bienestar físico,
emocional, energía, etcétera), pero a posteriori, entramos en un bucle negativo en el cual nos exigimos demasiado por un lado, y entran en juego las lesiones y las
consecuencias negativas a nivel emocional de no poder practicarlo como veníamos
haciendo por otro.
Pasamos de una tarea que nos reportaba grandes beneficios y
aspectos positivos a sentirnos frustrados.
Esto tiene que ver, a menudo, con no dejar pasar el tiempo
óptimo para la recuperación y volver a los entrenamientos o competiciones antes
de lo debido.
¡Se honesto contigo
mismo! Cuántas veces
nos auto-engañamos diciéndonos “sólo me molesta un poco, solo me pasa cuando
corro por “x sitios”, o de terminada manera, son las zapatillas…” Si sientes
dolor por pequeño que sea es que algo no marcha bien. ¡No te engañes!
Además de los daños a nivel óseo-muscular, se pueden producir
miedos e inseguridades como pueden ser:
-
Miedo
a no volver a la condición física previa a la lesión.
-
Miedo
al decremento en las habilidades deportivas.
-
Miedo
al dolor.
-
Sensación
de inseguridad corriendo/practicando el deporte.
-
Focalización
excesiva en el lugar de la lesión.
-
Queja
continua en nuestro entorno cercano (familia, amigos, entrenadores, etc.)
Estas situaciones funcionan como un
círculo vicioso que se retroalimenta a sí mismo. En muchas ocasiones las
lesiones físicas son fruto de un estado psicológico afectado. ¿Qué quiero decir
con esto?
El estrés (pérdida de algún familiar,
rupturas amorosas, cambios significativos en el estilo de vida como cambios en
el trabajo, casa, problemas familiares, no sentirse aceptado, etc.) repercuten
directamente en nuestro estado físico y aumentan el riesgo de lesión.
En líneas generales un trabajo previo
para evitar lesiones es fundamental en todo deportista. Ya lo dice un viejo
dicho: Es mejor prevenir que curar.
Pero, ¿y cómo hacemos esto?
Es de suma relevancia preparar
la mente y sentirnos motivados, para ello debemos establecer objetivos realistas y fijar nuevas metas de logro, de
nada sirve ponerse objetivos demasiado ambiciosos que lo único que consigan es desmotivarnos
más.
Trabajar sobre la
influencia del estrés,
es decir, si no atacamos la raíz del problema de nada sirve ponerle una tirita a
la lesión. Por aquí pasan las visitas a los fisioterapeutas, médicos, medicina,
etc. Que son necesarios claramente, pero repito que sino identificamos el foco
y lo trabajamos como si fuera nuestro mejor entrenamiento de calidad, la
situación/lesión se repetirá en el tiempo, y en el peor de los casos se puede
llegar a cronificar.
¿Cuántos casos conocemos de personas que acuden como último recurso
al fisioterapeuta con una lesión semi crónica y al día siguiente vuelven a la
carga, a entrenar como si estuvieran completamente recuperados y vuelven a caer
y fracturarse/lesionarse? Ni que decir, ¿cuántos culpan al profesional que ha
tratado su lesión de no “curarle”?
Vuelve a entrar en juego el factor psicológico. Desde mi
punto de vista, las lesiones que primero y en conjunto se deben trabajar son
las psicológicas. Si un trabajo mental previo de nada sirven los mil parches
que queramos poner.
Por tanto, abogo por un trabajo multidisciplinar siempre, en
el que cada profesional desempeñe su labor con el deportista. Y éste se
beneficie de forma consciente y objetiva de los resultados conjuntos.
Y ahora, ¿entrenas para sentirte mejor o te sientes mejor
porque entrenas?
Recuerda que no puedes con todo siempre, y pedir ayuda
profesional es lo más valiente y sensato que puedes hacer por ti en primer
lugar y por las personas que te quieren y rodean.
Escucha a tu cuerpo es el mayor sabio que tienes para
identificar que pensamientos automáticos negativos estoy teniendo, que
situaciones estoy provocando con ello, y que me está llevando a esta situación
y no hago lo adecuado para resolverla.
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