Me moría de ganas de decirte que ya no
muero por tu boca, pero las palabras se convirtieron en silencios, dejamos la
vida pasar delante del ventilador, como un tornado en pleno inicio de su
actividad. Todo lo arrasó.
Cuando llegó la guerra fría, te
olvidaba en otra cama, el día se rellenaba de trabajo y entonces corría para
dejar atrás todos los fantasmas, para sudar cada gramo de tu presencia, para
sentirme viva, para ordenar el puzzle en el que me había arrancado a mi misma
una pieza y empezar a construir con mis propias manos ese hueco que me ardía
por dentro, que quemaba en lo más profundo de mis entrañas, como si un gigante
me hubiera taladrado por dentro y me hubiera dejado hueca de un tirón, quemando
y ardiendo en el magma, mientras que sus extremos se solidificaban como cubitos
de hielo.
Mi punto final fue mejor que todas tus
vanagloriosas exclamaciones seguidas de arrepentimientos en vano ensuciados de
carmín.
Para mi. Que siempre fui fiel a lo que
tengo en las tripas.
Nacimos de nuevo y nada quedó de ese
huracán, como si alguien concienzudamente hubiera pausado todos los relojes del
sentimiento profundo, como en ese cuadro de "La fábula de Aracne", unas
hilanderas hubieran pasado noche y día tejiendo con minucia y tesón, sin
descanso, mi nueva versión, nada las distraía.
Parecía como el mejor de los
ejercicios de meditación y abstracción, atención plena, trabajando al detalle
un tejido impermeable al corazón, con bonitos adornos minimalistas en los que
este se detenía, como son las personas importantes para latir feliz, mas
sabiendo que no son necesarias para completar el tapiz.
Aprendí el valor y el respeto a mi por
encima de cualquier cosa, dibujaba un cuadro nuevo, algo así como "El
estanque de Ninfeas" de Monet, predominaban los prados verdes fulgurantes
de vida y el brote de las flores nuevas anunciando la primavera. El agua corría
arrastrando al paso lo viejo, dando vida a lo nuevo, con una luz nueva y
esperanzadora.
Pasamos del mundo a 100 a uno sosegado
a la emoción, ahora todo está bien.
Ya no hay miedos de no cumplir tus
expectativas, descubrí que la única que vale es mi tranquilidad por las noches.
La música suena desnuda mientras se
abraza a la incertidumbre y juntas hacen el amor formando la mejor de las
melodías, el silencio es el tesoro que abriga la calma y este es el premio de
enterrar fantasmas.
No hay luchas, (murió), solo unas
manos huesudas y heladas, con fina piel
y memoria, abiertas a la vida.
No hay pan para mañana, hay hambre
todos los días. Hambre de mi conmigo. CR.
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